miércoles, 29 de agosto de 2012

Aguantando la verga. Pt.1


La palabra “verga” puede ser utilizada tanto en oraciones positivas como “ese carro está bien verga” o en oraciones negativas como “que te atrape la tira  esta de la verga”. Aun así, esta palabra, que en si mucha gente la considera muy fuerte, a mí no me causa problema el decirla o escribirla, no después de haber escuchado la frase “aquí, aguantando la verga”.

Hace ya algunos ayeres (bastantes), convivía mucho con mi familia paterna. Paseaba entre los callejones de sus barrios, jugaba a “las traes” entre los pasadizos de sus vecindades, y convivía con esas personas nocturnas que de día eran mal vistos por algunos vecinos. Una de estas personas era una mujer. 
 Dedicada al oficio más antiguo del mundo por necesidad (como la mayoría), pero convencida que no se dedicaría a eso por mucho (como todas). Con estudios truncos a causas de fuerza mayor. Amante de leer y conocer cosas nuevas. Mentalmente preparada para ser la sonriente y amable vecina por las tardes, como para convertirse en una femme fatale de barrio por las noches. Capaz de preparar el desayuno por la mañana y despertar a alguien con un beso, como capaz de tumbarle a puñetazos o a zapatillazos de plataforma los dientes a cualquier hijo de vecina que quisiera propasarse con ella o con cualquiera de sus Coworkers.
 Siempre que la veía, por las mañanas, era muy agradable saludarla o platicar con ella. Saber sobre lo último que leyó, lo aburrido que consideraba la televisión nacional y sus programas, lo mucho que disfrutaba el salir e ir de paseo a los museos del centro, en fin. Por la noche era otra cosa. Simplemente el mirarla fijamente a los ojos transmitía esa señal de “Mujer a la defensiva/ si no ayudas, no estorbes”. 

Por las mañanas podría saludarla y preguntarle “¿Cómo has estado?” sin miedo y esperar una respuesta, sin embargo cuando me atreví a hacerlo por la noche, su respuesta no fue la clásica respuesta “Bien, ¿y tú? ¿A dónde iremos de paseo?” o algo así. Fue un “Aquí, aguantando la verga”.
Primero sentí un golpe muy fuerte a la percepción que tenía sobre ella. Analice y me di cuenta de que no estaba hablando con aquella mujer que veía en las mañanas. Estaba frente a una Femme Fatale de barrio hecha y derecha. Formada desde pequeña en lo que muchos consideran mentiras, pero pocos conocen y saben lo que es el barrio. 

Dudé si debía irme disimulando el hecho de que mis sentimientos habían sido golpeados frente a ese cambio o debía permanecer ahí, aguantando. Ella no era la misma persona que yo conocía por las mañanas. ¿Por qué yo, debería ser el mismo que era por las mañanas? Decidí quedarme y embestirla con la curiosidad de saber que es aguantar la verga.
“Mañana aquí te cuento, ya llegaron por mí”.