lunes, 3 de octubre de 2011

VIETATO INTRODURRE BICICLETTE (different ending)

En los bancos y casas de comercio de este mundo a nadie le importa un pito que alguien entre con un repollo bajo el brazo, o con un tucán, o soltando de la boca como un piolincito las canciones que me enseñó mi madre, o llevando de la mano un chimpancé con tricota a rayas. Pero apenas una persona entra con una bicicleta se produce un revuelo excesivo, y el vehículo es expulsado con violencia a la calle mientras su propietario recibe admoniciones vehementes de los empleados de la casa.

Para una bicicleta, ente dócil y de conducta modesta, constituye una humillación y una befa la presencia de carteles que la detienen altaneros delante de las bellas puertas de cristales de la ciudad. Se sabe que las
bicicletas han tratado por todos los medios de remediar su triste condición social. Pero en absolutamente todos los países de la tierra está prohibido entrar con bicicletas. Algunos agregan: «y perros», lo cual duplica en las bicicletas y en los canes su complejo de inferioridad. Un gato, una liebre, una tortuga, pueden en principio entrar en Bunge & Born o en los estudios de los abogados de la calle San Martín sin ocasionar más que sorpresa, gran encanto entre telefonistas ansiosas o, a lo sumo, una orden al portero para que arroje a los susodichos animales a la calle. Esto último puede suceder pero no es humillante, primero, porque sólo constituye una probabilidad entre muchas, y luego porque nace como efecto de una causa y no de una fría maquinación preestablecida, horrendamente impresa en chapas de bronce o de esmalte, tablas de la ley inexorable que aplastan la sencilla espontaneidad de las bicicletas, seres inocentes.

 Sin embargo, no siempre será así. Las bicicletas esperan pacientemente a que llegue aquel día tan añorado en el que ellas sean la base de las comunicaciones en cada una de las ciudades donde haya un camino por andar. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que poco a poco nuestros recursos no renovables se terminaran, y en ese momento, todas aquellas personas que abusaron de su poder y prohibieron la entrada a lugares a estos seres amigables, económicos y contaminablemente inocentes tendrán que cambiar de parecer y admitir que estas criaturas faltantes de motor han sido discriminadas sin razón alguna por la raza humana. Ese día llegara y por fin se hará justicia. Todas las bicicletas serán bienvenidas en todos los lugares. Dejaran de ser ignoradas y por fin se les dará el lugar tan bien merecido a estos bólidos de diferentes materiales pero principalmente constituidos de acero y goma.
Hasta ese momento la raza humana redimirá su falta.
Hasta ese momento las bicicletas podrán sentirse plenas y realizadas.
By: Julio Cortazar