martes, 29 de marzo de 2011

Los últimos minutos de…

A pocas horas de tener que hacer este post me pasaron cosas muy curiosas, (por no llamarlas de la chingada) cosas con las que uno podría decir “Que tipo tan jodido. Fiú, al menos no me pasan a mi”. Alguien me echo en cara la felicidad de haberse ido de mi vida, analizo que realmente ya necesito tener un trabajo, me di cuenta que me he vuelto un huevonazo big time, Leycam está enferma de la garganta  tal y como yo lo estuve durante 3 semanas, mi amiga (que al menos yo consideraba mi amiga) me dejo de hablar sin razón ni nada, estoy broke as hell, mi auto falla, etcétera. Pérdidas monetarias, pérdidas materiales, perdidas de amistades. Si, bastante jodida la situación ¿cierto? Pero suficiente de dramas y ese tipo de cosas que aunque ayuden a la imaginación joden mucho al corazón.

Después de todo este rush de emociónes, dudas, conflictos personales y chaquetas mentales, recordé que pocas veces he llorado por alguna perdida, lloré en la primaria cuando la amiga de mi madre falleció de cáncer (a la señora la conocí muy poco y me dolió), lloré cuando murió mi abuelo (eso es obvio), he llorado relaciones amorosas (eso es aún más que obvio), y lloré cuando mi wa-wa “Hive” falleció. Hablando de amistad y para no hacerles el cuento “TAN” largo, este wa-wa lo adquirí  por un error de comunicación.

 Un amigo cría perros y me lo ofreció a “dos varos” creyendo yo (según mi acervo y diccionario barrioso) que eran doscientos pesos. Acepte y a los dos meses le di a mi amigo sus “dos varos”, resultando que a mis “dos varos” les hacían falta mil ochocientos pesos en comparación a los “dos varos” de mi amigo. Obviamente después de 2 meses no iba a regresar a mi enorme cachorro, así que no me quedo de otra más que endeudarme. Todo marcho bien hasta que después de un año o  dos aproximadamente, una vecina lo enveneno y se lastimo una pata. Estuvo en el veterinario y salió bajo la indicación de tener que cuidarlo. Recuerdo que un día (después de que Hive saliera del médico canino) me iba a ir al cine  y mi madre me había dicho que no por que debía cuidarlo. Supuse que darme a la fuga tres horas máximo no sería un gran problema, pero antes de salir de casa, lo note muy mal, así que opte por no ir al cine y llevarlo al hospital canino para que desafortunadamente muriera en mis manos afuera del veterinario. Literal.

Hubo mucho llanto de mi parte ese día y odié a mucha gente, a la veterinaria por lenta, a mi madre, a una señora que me quiso consolar contándome que su perro también había muerto. Menté madres, maldije, grité, golpeé. Hice mucho y me di cuenta que no podía cambiar lo que ya estaba hecho. No me quedaba nada realmente que hacer, más que agradecerle a mi wa-wa por todo ese tiempo juntos, y por ridículo o meloso que pueda leerse esto, su amistad.

¿A que iba con todo esto? Pues supongo que a dejar en claro la amistad o el hecho de tener una amistad, de cualquier forma, ya sea humanito-humanito, o humanito-ser no humanito.

Como ejemplo de una gran amistad quiero dejarles este video llamado “Last minutes with Oden”. Lo pondré subtitulado para que no se quejen, y pues es un video impresionante para mí, que me hace pensar mucho sobre la amistad y claro, sobre la fuerza que uno debe tener para poder decir adiós a alguien que te ha acompañado por el tiempo que sea y que se va por las razones que sean.

Aprovecho (al fin es mi  blog y hago lo que mi pija dicte y mande) para darle gracias a toda la gente que ha estado conmigo en  buenas, malas, pedas, cafés, pachipedas, trips con sustancias, viajes, cines, conciertos, camas, enfermo, sano y anexas. Y que por algún motivo (tiempo, problemas, distancia, yo) ya no están.

Referencias:
-Phos pictures (2011) Last minutes with Oden [you tube]

No hay comentarios:

Publicar un comentario