jueves, 12 de abril de 2012

Calle sola, Chica sola.

Las calles por lo regular, y a estas alturas de la vida, siempre están pobladas de gente. La única forma (y esto no siempre es posible) en la que alguien pueda en  una calles desierta es a altas horas de la noche. Así fue una vez en Beristaín 239.
-¿Y ese quien es eh?
-Un amiguito.
-¿es de tus “amiguitos”?
-nah, yo ando con Andrey y soy muy feliz… y el, bueno, pues me lleva y me trae nada más.
No basta oír mas para que uno por amor y dignidad propia decida abrir la puerta que separa el garaje de la sala, causando ruido para disimular que toda la conversación fue escuchada, terminar la copa, reír mas que forzadamente a la plática y levantarse para educadamente despedirse.
-Pero quedamos que pasaríamos la noche juntos, ¿por qué el cambio de planes?
-Porque son las tres con nueve de la madrugada, o sea, ya es la noche y definitivamente, venir aquí no era parte del plan, además era nuestra última noche.
-¿¡Cómo!?
-Pensaba dejarte mañana, o bueno, hoy.
-No inventes amor, no digas eso.
-No invento pero bueno, se arruino el plan desde el principio así que mejor me despido, cuídate mucho y que disfrutes del lugar.
-Vámonos a las tres treinta, por favor.
-No.
-¡Entonces vete a la mierda, cabron!
Y así, en plena calma y madrugada, se deja una calle sola, con una chica sola… Observando un auto alejándose de ella… con el reloj digital del tablero marcando las tres treinta.

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